PARA LEER, INTERPRETAR Y ACTUAR CON DIGNIDAD CIUDADANA
Juan Luis Coria
La Argentina
pierde a pesar de tener todo lo que el mundo necesita
·
LA NACION
·
4 Oct 2022
·
Luciana Vázquez
Hay una buena noticia. Y hay una mala.
La buena, la Argentina tiene todo lo que el mundo necesita, desde litio hasta
soja y alimentos, pasando por petróleo y gas. La mala noticia es que siempre lo
tuvo y, sin embargo, su potencial está trabado: comparada con países de la
región, en los sectores que se volvieron protagonistas en medio de la pandemia,
la pospandemia y la guerra en Ucrania, la Argentina pierde a pesar de tenerlo
todo. Donde hay una oportunidad, nace un fracaso.
Ese no es un destino inevitable en
América Latina. El Brasil polarizado ahora entre Lula y Bolsonaro, por ejemplo,
se presenta partido políticamente, pero hay una transversalidad que perdura.
Algunas cosas funcionan, por ejemplo, el desarrollo de su sector petrolero y
los incentivos positivos desde la política para el desarrollo del agro y el
sector alimentos.
Brasil es hoy el mayor exportador neto
de petróleo de toda América Latina. La Argentina, en cambio, lo fue hace años,
pero en el presente es un importador neto de energía. En alimentos, el panorama
se presenta, aparentemente, más auspicioso: la Argentina es exportador neto.
Pero ese dato enseguida queda opacado: su problema es la productividad. Brasil
era importador neto de alimentos hasta que puso en práctica una política
agroindustrial de Estado. Se lanzó con la primera presidencia de Lula y se
sostiene hasta el presente bolsonarista. En 10 años, en Brasil la producción de
soja creció 90%. En la Argentina, en esa década, el crecimiento fue cero.
Más que Argentina potencia, la Argentina
es puro potencial que esquiva su realización. Una Argentina impotencia:
teniéndolo todo, se enfrenta a la nada. Se imponen varias preguntas: la
primera, ¿el problema son los dirigentes? ¿Cuáles?
Lo sabemos: la ineficacia en el manejo
de los recursos energéticos tiene que ver con políticas de subsidios definidas
desde el gobierno nacional kirchnerista y su impacto en la inversión
energética. Pero la pregunta alcanza también a la responsabilidad de los
gobiernos provinciales. Y a un federalismo que creció en alcance de su poder a
partir de la reforma constitucional que encaró la democracia en 1994, pero se
muestra endémicamente ineficaz para convertir poder y capital político en
riqueza, desarrollo y equidad. En esa Constitución, la explotación de los
recursos naturales en general, también los energéticos y mineros, caen en la
órbita de las provincias. La Argentina era joven en ese momento. No se podía
prever el fracaso de las provincias.
Los desafíos se superponen: malas
decisiones de política nacional sumadas a los incentivos que tienen los
gobernadores para hacer acuerdos de explotación con el corto plazo electoral
como horizonte. Se trata de reproducción del poder sin atender al bienestar
general ni de las provincias ni de la ciudadanía en general. Esas políticas
vienen consolidando pobreza, que el Indec mostró que ronda el 40% o más en las
provincias mineras.
Sin embargo, en el viaje de
gobernadores del Norte Grande minero a EE.UU. la semana pasada, se presentaron
en sociedad como gobernadores nórdicos de provincias pobres. “Sorpresa”.
“Impresionante”. “Muy llamativo”. Así comentaron empresarios argentinos,
hombres y mujeres de los mercados y académicos que integran el “círculo rojo”
argentino en Washington y Nueva York después de escuchar las presentaciones de
los gobernadores. Discursos de estadistas racionales, pero gobernadores de
provincias inviables.
La moderadora del panel en el que
participaron los gobernadores que se realizó el viernes de la semana pasada en
el Council for the Americas, en Manhattan, señaló la contradicción sin vueltas.
La directora de S&P Global Ratings, Lisa Schineller, retomó palabras del
gobernador de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, que gobierna la provincia desde
2005, alternándose en el poder con su esposa, Claudia Ledesma Abdala.
“Vemos un gran potencial en la
Argentina, su riqueza natural y de capital humano, y, en este momento global
tan complicado, hay muchísimas oportunidades en términos de alimentos, energía
y tecnología, tal como mencionó el gobernador. Pero cuando miramos el desempeño
de la economía argentina durante décadas, hay debilidades”, desafió Schineller.
Su diagnóstico recalcó los problemas argentinos: falta de estabilidad, PBI que
creció menos del 2% en décadas y PBI per cápita de menos de 1% anual, inflación
de 30% promedio en décadas. Y sembró el debate: ¿por qué ahora habría que tener
esperanzas si antes no se pudo, aun con financiación del BID una década atrás?
La pregunta es central. Por qué no se
pudo antes, teniendo recursos y financiamiento. Por qué se va a poder ahora
alcanzar el éxito. Zamora habló el lenguaje de la irrealidad. “Si no sabés nada
de la Argentina y de los cotos de poder que son las provincias, Zamora pudo
haber convencido a todos”, sintetizó un emprendedor argentino que estuvo en
Manhattan.
La estructura del federalismo empieza a
ser un tema de preocupación estratégica en dos sentidos entre los expertos que
estudian a ese sector. Por el riesgo de seguir desaprovechando oportunidades,
es decir, divisas del sector energético y minero. Y por la baja capacidad de
las provincias y los pocos incentivos para hacer acuerdos de inversión que
cuiden al mismo tiempo la sostenibilidad medioambiental.
Una visita innecesaria
Una segunda pregunta nace de esa visita
con relación al todo y la nada de la Argentina. ¿Cuál es el sentido de ese
viaje, que no termina de generar credibilidad entre los potenciales inversores?
Semejante despliegue de gobernadores en visita de negocios en EE.UU. era innecesaria:
las inversiones van a venir igual a los sectores energéticos y mineros, que
toman sus decisiones en función de una tasa de retorno alta en sectores que
solo existe en la Argentina y un puñado de países. Por ejemplo, el litio. El
viaje es exclusivamente político y busca la foto en EE.UU. para establecer una
causalidad: esas visitas como clave para la llegada de las inversiones. El
funcionamiento del sector y la crudeza del análisis de Schineller dejaron al
descubierto que con la foto no alcanza. Hay desconfianza. En otras actividades
que generan más riqueza, más desarrollo y más empleo, pero la Argentina no
tiene la exclusividad, esas inversiones buscan territorios más estables.
Tampoco alcanzarían las imposturas retóricas de los gobernadores.
La explotación de litio. El petróleo y
el gas. Todos recursos que la Argentina tiene, pero la política subejecuta y
subexplota, y cuando los explota, no deriva en desarrollo económico provincial.
El empleo público sigue dominando el panorama. El efecto es negativo: genera
más recursos para construir poder.
La tercera pregunta que surge de esa
visita es el contraste entre las palabras y los hechos. El doble discurso de
gobernadores que consolidaron las deudas de la democracia dejan planteada una
cuestión: que no desconocen la lógica racional del mercado, de la riqueza y del
desarrollo y del círculo virtuoso de la equidad. ¿Cuál es el incentivo entonces
para hacer la política opuesta? ¿Lleva demasiado tiempo y la gente no da
tiempo? ¿Esa racionalidad va contra la creación de cajas políticas? ¿No cuentan
con las capacidades burocráticas necesarias?
La contradicción entre discurso y
realidad también es un problema histórico del kirchnerismo. En 2006, la balanza
comercial energética mostró un superávit de 6100 millones de dólares. Casi 10
años después, en 2015, el panorama era otro: un déficit de 4600 millones de
dólares. La matriz conceptual kirchnerista anclada en el latiguillo de la
sustitución de importaciones funcionó al revés: condenó a la Argentina a la
dependencia energética.
Máximo Kirchner también demuestra el
péndulo de la visión del mundo kirchnerista. Se vuelve racional cuando la
crisis aprieta, por ejemplo la inflación y la corrida cambiaria, y habilita por
ejemplo un dólar soja. Pero vuelve a resistirse por la impaciencia de los
resultados y del riesgo electoral. “La cerealeras nos pusieron de rodillas y
hubo que darles otro dólar para que liquiden”, afirmó. Unos días antes, su
madre, Cristina Kirchner, había vuelto a tuitear en contra del sector
alimentario, cuando los acusó de ganancias desmedidas y subas de precios
especulativas. Ese sector que Lula y Bolsonaro defienden.
El problema es mayúsculo: en cada
indicador que cuenta para analizar la marcha de una sociedad y de una economía
hacia el crecimiento, el desarrollo y la equidad, la Argentina pierde en todo.
Pobreza, brecha de pobreza, salario medio en dólares, crecimiento del PBI,
creación de empleo privado, balanza exportadora de sectores claves,
productividad y calidad de aprendizajes.
La crisis educativa endémica desde hace
décadas, instalada en un estancamiento en niveles bajísimos para todo el
alumnado, incluso para los niveles socioeconómicos altos, también demanda un
cuestionamiento al modo en que está estructurado el federalismo. Una liga de
gobernadores que ahora vuelve a tallar fuerte en la interna del Frente de
Todos. Y logra ya no solo condicionar a sus provincias, sino a la sociedad en
general.
No hay comentarios:
Publicar un comentario