En el día del emblemático monumento, que es
la “Torre Eiffel”, que google nos recuerda en su portada de la fecha. No puedo
dejar de recordar, el duelo todavía sin cerrar, hasta que se haga justicia, con
lo que fue “La Antigua Farmacia Argentina”, de nuestra Ciudad de Santiago del Estero.
Rescato de la nota, dos palabras, ICONO y SALVARLA.
Con su centenaria existente, “La Antigua
Farmacia Argentina” era un verdadero ICONO. Para SALVARLA, como según consta en
documentación de Fiscalía de Estado, se donaron sus pertenencias, para
transformarla en un “Museo de Referencia Farmacéutica”, al ya designado
“MONUMENTO HISTORICO MUNICIPAL”, mediante Ordenanza Municipal del Consejo
Deliberante, por unanimidad de sus miembros. Cuyas autoridades ya en función de
gobierno provincial, por necedad, capricho, ignorancia y mezquindad de
intereses; se desdijeron, permitiendo su destrucción.
La «gran dama de metal» debía ser
desmantelada veinte años después de su construcción
LA VOZRedacción, 31 de marzo de 2015.
¿Qué sería de París
sin la Torre Eiffel? Símbolo de la capital gala y de Francia en
general, la «gran dama de hierro» ha conseguido un éxito que nadie imaginaba en
el momento de su construcción en el año 1889. 126 años después de su
inauguración, y con siete millones de visitantes cada año como principal
aval, la Torre Eiffel sigue más viva que nunca. Nadie imagina hoy en día la «ciudad del
amor» sin su gran icono. Pero la historia de la férrea estructura no pintaba de
la misma forma en sus inicios. Y es que la Torre Eiffeldebía ser destruída tan solo 20 años después de su construcción. Un efímero futuro que su padre, el
ingeniero civil Alexandre Gustave Eiffel, supo cambiar con gran
inteligencia.
En realidad fue la
ciencia fue la encargada de cambiar el sino de la Torre Eiffel. Desde
la presentación de su proyecto en el año 1886, Gustave Eiffel sabía que
solo ofreciendo su preciosa obra a la investigación conseguiría
salvarla y alargar su marcada -y corta- esperanza de vida. Decretado su
desmantelamiento tan solo dos décadas después de ver la luz, la Torre Eiffel fue presentada ante las
autoridades como el gran experimento científico francés.
Así, la Torre
Eiffel se reconvertiría en un laboratorio de metalsobre el que
realizar toda clase de observaciones meteorológicas y astronómicas,
experimentos de física, un lugar estratégico de observación, un puesto de
comunicación por telégrafo óptico, un lugar de estudio del viento; así
como un faro para el alumbrado eléctrico. «Para todos será un observatorio
y un laboratorio como ningún otro que se haya puesto a disposición de la
ciencia. Razón por la cual, desde el primer día, todos nuestros científicos me
han animado con sus mayores simpatías», aseguraba Gustave Eiffel en su claro intento de perpetrar la vida de un auténtico
icono que hoy en día se ha convertido en lugar de peregrinaje para
todos los visitantes de la ciudad europea. Y no fue solo una promesa.
Desde 1889 y hasta
hoy en día, la Torre Eiffel se utiliza como laboratorio de
mediciones y experimentos científicos de toda índole. La instalación de muy
diversos aparatos -barómetros, anemómetros, pararrayos...-, así como la oficina
que el mismo Gustave Eiffel reservó en la tercera planta para la realización de
observaciones de astronomía y fisiología han convertido a
esta construcción de hierro de 300 metros de altura en uno de loslaboratorios
científicos más bellos del planeta.
El padre de la «gran
dama de metal» sentía verdadera pasión por la aerodinámica; una
querencia que le animó a convertir a la Torre Eiffel en uno de los grandes
laboratorios sobre la caída de los cuerpos. Entre los años 1903 y 1905, se
instalaron una serie de dispositivos de caída con los que Gustave Eiffel ideó un
sistema automático que se deslizaba por un cable tendido entre la
segunda planta de la torre y el suelo. Ayudado de un pequeño túnel de
viento a los pies de la torre, el ingeniero realizó más de cinco mil
ensayos. A partir de ahí, promovió un sinfín de experimentos
científicos: el péndulo de Foucault, el manómetro de mercurio, estudios de
fisiología y conexiones de radio...
Pero nada de eso
aseguraba la supervivencia de la Torre Eiffel, y eso que en su
contrucción se inviertieron más de dos años y a 250 trabajadores. No sería
hasta la llegada de una gigantesca antena cuando la gran creación de
Gustave Eiffel firmaría su eterno futuro. A pesar de que los primeros
experimentos en 1898, cuando Eugène Ducretet realizó los primeros intentos
de telegrafía sin hilo entre la Torre Eiffel y el
Panteón, ya apuntaban a la salvación, habría que esperar hasta 1903 para
que Gustave Eiffel viera por fin recompensado su esfuerzo.
Es en este año cuando
el ingeniero francés propone al capitán Gustave Ferrié, quien entonces se
encargaba de estudiar las aplicaciones militares de la transmisión sin hilos, la
utilización de la Torre Eiffel para sus experimentos. Seis años
después, se instala una estación subterránea de radiotelegrafía militar, con la
que se demuestra por fin el interesante valor estratégico de la torre.
Con un buen puñado de
razones en la manga, Gustave Eiffel consigue que el municipio de París
renueve la concesión de la Torre Eiffel sellando así el futuro del que
sin duda es uno de los lugares más visitados del planeta. Solo hay que armarse
de paciencia y subir sus 1.665 escalones -o decantarse por uno de sus
ascensores-, para ver la capital francesa a vista de pájaro desde sus
imponentes 300 metros.